martes, 6 de noviembre de 2007

Un jinete avanza

Preferí salir esa tarde y abandonarme al flujo de los transeuntes que a esa hora no eran muchos. Pasaban autos de los cuales pendían brazos; de sus ventanillas abiertas brotaban comentarios sobre la noche anterior, en un desfachatado y rudimentario lenguaje. Hacía mucho calor y los letreros de las tiendas brillaban como fuegos antiguos, en un ardor de tipografía sólida, con rojos sobre fondos amarillos y azules tristes pero duros como el metal. Sobre una pared de lata, una orquestación chillona me hizo olvidar la sonrisa de aquel gato; que permanecía tieso como un ciego, en la vitrina de la sastrería en una esquina.

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